Presenciar un partido de fútbol de alta rivalidad puede llegar a
triplicar la incidencia de infartos en los hombres. Es el resultado de una investigación publicada
en el año 2008 por la revista New England Journal of Medicine, y que
conviene tener muy presente ahora, cuando nos encontramos en plena disputa de
la Copa del Mundo de fútbol de Rusia, 10 años más tarde.
Y es que lo que se analizó en aquel estudio fueron, precisamente, los
eventos cardíacos ocurridos en Múnich durante el Mundial de Fútbol que se
celebró en Alemania entre el 9
de junio y el 9 de julio de 2006.
Con el objetivo de investigar la relación entre el estrés
emocional y la incidencia de eventos cardiovasculares, los doctores Ute
Wilbert-Lampen y David Leistner, del Instituto para la Estadística y de la
Universidad Ludwig-Maximilians, en Múnich, analizaron los
pacientes que en ese periodo habían contactado con los servicios de urgencia, habían
sido atendidos por un médico y habían sido diagnosticados de patologías como
dolor torácico prolongado debido a infarto de miocardio, angina inestable o
arritmia cardiaca.
La incidencia de eventos cardíacos de los residentes en la región de Múnich (no incluyendo, por tanto, los visitantes extranjeros o de otras ciudades alemanas) se comparó con los eventos ocurridos en periodos control similares, en concreto los registrados un mes antes, un mes después y durante el mismo periodo de tiempo en los años 2003 y 2005. El total de personas asistidas fue de 4.279.
MAYOR INCIDENCIA EN HOMBRES Y CON ANTECEDENTES
Los resultados fueron concluyentes: los días en los que la
selección de Alemania jugaba un partido, la incidencia media de emergencias
cardíacas fue 2,66 veces mayor que durante el período de control. En el caso de
los hombres aumentaba 3,26 veces, mientras que en las mujeres el incremento era
de 1,82 veces. Además, durante las primeras dos horas tras el inicio de cada
partido de selección alemana, los picos de incidencia de eventos cardiovasculares
fueron máximos.
Otra de las conclusiones del estudio fue que el riesgo de reinfarto se acentúa especialmente en pacientes con antecedentes de cardiopatía, dado que entre los pacientes que tuvieron eventos coronarios durante la investigación, el 47% ya había padecido anteriormente alguna enfermedad coronaria, en comparación con el período de control, en que solo el 29,1% de los pacientes presentaba algún evento cardiovascular previo.
Otra de las conclusiones del estudio fue que el riesgo de reinfarto se acentúa especialmente en pacientes con antecedentes de cardiopatía, dado que entre los pacientes que tuvieron eventos coronarios durante la investigación, el 47% ya había padecido anteriormente alguna enfermedad coronaria, en comparación con el período de control, en que solo el 29,1% de los pacientes presentaba algún evento cardiovascular previo.
LAS HORMONAS DEL ESTRÉS RESPONSABLES
Los investigadores señalan, en lo relativo al proceso que conduce
a la aparición de estos problemas, que «las hormonas del estrés pudieran influir
directamente en la función endotelial, un mecanismo
que da la estructura y estado a los vasos sanguíneos, y la función monocítica,
relacionada con los procesos inflamatorios».
Además, los autores apuntan un motivo múltiple para explicar por
qué estos trastornos tienen mayor
incidencia en los varones: las diferencias fisiológicas específicas a este
sexo, el grado de interés en este deporte o, simplemente, la mayor vulnerabilidad
ante estos factores emocionales.
Y EL RESULTADO DEL PARTIDO ES... INDIFERENTE
Presenciar un partido de fútbol puede, por tanto, provocar unos
niveles de estrés que desencadenen un infarto de miocardio agudo o una arritmia
cardiaca sintomática. Y el resultado final del partido no parece ser que tenga
mayor incidencia en todo ello, sino que son la intensidad y la agitación del propio
espectador los principales causantes del fatal desenlace.
Los doctores recomiendan tener en cuenta sus conclusiones y
considerar, sobre todo para personas con enfermedad cardiovascular previa, la
evaluación de medidas preventivas adecuadas, como un aumento en la dosis de
medicación o una terapia conductual para contener el estrés.